Este espejo que ha pasado
años de años
Colgado de un oxidado clavo
en
el grueso adobe
encaró los rostros
de
varias generaciones
cuántas veces nos asomamos a él
para vernos la garganta irritada
y sacarle la lengua como
un ahorcado que se burla
de sí mismo
en
una obra de teatro
donde espanta las pupilas
al saber que no padecemos de nada…
los
molares careados
para hacernos el nudo de la corbata
para peinarnos
con el partido en medio
el
partido de lado
el copete
del
engominado a la brillantina la gelatina…
El espejo nos ha devuelto el rostro
Día
a
día
las
patas de gallina
el ojo
embolsado
las primeras paperas.
Yendo y volviendo el rostro
Ahora
Esta tabla de cristal tantas veces
remozada
de mercurio
Enmarcada por algún ebanista criollo
Se desprende de la pared
Y
viene trémula
Y se acerca varias veces a la nariz
En busca de un débil aliento
un vaho en postrero
esfuerzo
ya no se opaca el rectángulo
Y deja entrever
cómo se recobra el rostro
Y
todos nos volvemos a ver
La muerte como la vida
retorna el
aire familiar,
los
parecidos,
las comisura de los labios
Las arrugas de la frente sin tensión
Los pómulos fijos
El
seño relajado
La palidez que nunca habíamos visto
La eterna faz como desde dentro iluminada.
Masaya, 7 de enero de 1984.
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