Vino a mi oscuridad una paloma
Ciega, no encendí fuego antes.
No recité el ensalmo.
Vino para decirme: no es verdad
Que yo no te ame tanto. Mi madre
Despertará sobresaltada. La noche es
una estrella grande que se hizo oscura.
Le dije: Paloma ciega de una
ceguera pura. Y recobró la vista.
Pero quién dirá la palabra,
Ahora que está muda
Y no puede decirla.
E.M.S.
Sin remisión alguna que había perdido la infancia
Un mediodía
me comunicaron por teléfono
y todo se me cerró, el estomago, quedé sin ganas,
sin hambre
Volví el rostro atrás y en Masaya
No quedaba nadie ni nada,
ni la lora
desplumada y cana con su corvo pico antiguo,
-- Margarita moviéndose de un extremo a otro
en el
trapecio de su jaula de hierro
extinguida.
Ya no hay vida para empezar sino para terminar:
Ni los rizos de Nohelia corriendo,
Ni el barro rojo de las mejillas de mi hermana…
Ni las cacerías fantásticas de Raulito…
Ni el llanto de Francisco Xavier o de Juanita
Ya no hay nacimientos, Belenes con sus
constelaciones,
Ni rayos dorados enredados en el musgo de la cueva,
pequeños rebaños de corderos y pastores.
Sólo queda esperar, esperar tu propia ausencia. La
mía.
Quizá el Amor y mis hijos, que conociste sin ver,
me devuelvan
el sentido y los cinco sentidos,
Porque he quedado rotundamente desheredado.
Expulsado de un tiempo todo en sagrado en la calle
El Calvario:
Natividad,
Cuaresma con semana Santa,
Cuando
esparcías sobre la calle de tierra mojada
las flores
desechas con aserrines de colores, mora, cedro, corozo
para las alfombras del Nazareno.
Junio con el
corazón santo como una vela
o un farol
rojo bajo los aguaceros.
Barrio con su adivino, un niño, quizá hidrocefálico
objeto
de peregrinaciones de comarcanos
para saber futuros, desastres, catástrofes, sequías,
malas lunas,
números de lotería…
Ya no podrás aspirar a la entrada el olor a reseda
del jardín,
Ni el arbusto de jazmines de Castilla despedirá su aroma
Todo cubierto como una novia con su velo de florecitas blancas.
Sordo no escucharé ni el juego de beis de papa Ramiro,
ni el ladrido del Mavis
Mama Cha ya no dirá que soy su epifanía
El niño más lindo, un prodigio
Echado en el suelo dibujando en pliegos de papeles,
Buscando el rostro de Cristo.
Ya no podré gustar ni los icacos en miel,
ni el quesillo de donde la Toña
Ni el mango mechudo derivando su verde al rojo
amarillo.
Ya no podré tocar lo que se ve y no se toca,
pero se quebró la quilla de la barca de Jesús
y él quedó caminando sobre las aguas.
Ya no me podré hojear el librote de la Divina
Comedia de Dante
con los feroces demonios y
torbellinos de alas de ángeles de Doré
Ni me veré junto al cilindro de porcelana que
purificaba el agua.
Ya no me ves ni te veo
como si hace más de 40 años hubiéramos perdido la
vista,
Digo, ya no soy el
muchachito con tus botitas
Recostado en el mundo que era el regazo de la mama
Cha,
Se rompió el hilo de la palometa
Y el viento la habrá arrastrado hasta los bajaderos
de la laguna de Masaya.
Tiraste muy duro del cordelillo de la granada
Colgada en el
centro del arco triunfal de frutos
Y la paloma entre una lluvia de confetis y papelillo
Voló libre, batiendo y sacudiendo las alas,
desesperada en aquel momento en que recobrabas la luz, la visión, tus ojos, la
vista.
¿Dónde te habrás posado?
¿En qué alero me estarás arrullando en estas tardes
de verano ?
O acaso te remontaste hasta el hombro de Dios padre
Que te debe de estar alimentando con granos de trigo
en su mano.
Paloma en vuelo, gongolona, paloma gorda, invento de
la ternura
me
dejaste sin infancia,
dejándome al
borde de los duelos y quebrantos
Próximo también no a volar sino a partir cojeando.
Pasó una paloma y tu niño- viejo apenas pudo divisar
su vuelo.
Masaya, 15
de mayo de 2O12.
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