Ivan Uriarte
II
Sirvan
estas líneas introductorias para incursionar en la poesía de Julio
Valle-Castillo, de cuya obra poética me ocuparé en el presente ensayo,
exceptuando El lienzo del pajaritero ( Managua,2003), poemario que
ocupa, precisamente, lugar especial en su obra poética, profundizando
mitos, danza y tradiciones de su Masaya ancestral.
La
obra poética de Valle-Castillo, de considerables dimensiones, comienza
en l977 con Las armas iniciales y recorre un amplio itinerario que
desemboca en su más recientes textos: El lienzo del pajaritero ( para
una traza de la danza, 1990-2002 ) y Memento de vivos y difuntos ,
publicado en el 2008. Preceden y anteceden a estos textos, Formas
migratorias (1979), Materia Jubilosa (l986 ) y Con sus pasos cantados
(1998 ),
amplia compilación que incluye además de sus dos
textos iniciales, los poemarios hasta ese momento inéditos : El niño
amor, contrario de si mismo y El libro de los músicos y de los otros
La
poesía de Julio Valle-Castillo, desde sus firmes primeros textos, se
ha caracterizado por una exploración constante del habla como sujeto de
productividad textual. En cada uno de sus poemarios Julio abre todos los
grifos del lenguaje, vinculando de ese modo el texto poético con los
mitos, la antropología, el folklore, la danza, el teatro, costumbres y
festividades religiosas nicaragüenses, idiolectas grupales de su país
natal y México, su segunda patria, y a su vez todo eco que en su paso de
infatigable viajero ha podido captar.
Desde esta
perspectiva nos encontramos frente a una poética donde el discurso
literario es el principio generativo de una multiplicidad de voces que
modulan constantemente la diversidad significativa del poema. Una
examen de la demarche de la obra nos indicará la dominante o dominantes
que marcan y distinguen sus textos poéticos.
Las armas
iniciales escrito entre 1968 y 1972 , título además de quijotesco,
señalador del derrotero y rumbo que tomará su poesía: enraizamiento a
la tierra ancestral, Masaya, a su familia, a sus gentes; su fidelidad
al terruño, al paisaje y la historia de Nicaragua. Cabe, finalmente,
agregar su predilección por los poetas latinos, y consecuentemente un
hondo sentido epigramático, inmerso desde su inicios en esta poética.
En este sentido el primer poema de Las armas iniciales, “Esta casa mía
es una casa en pampas”, marca y define una dominante ancestral que
funciona como eje paradigmático alrededor del cual se organizan los
diversos niveles del discurso poético.
Esta casa mía es de una claridad,
De una luz como recién salida del baño:
Sólo algunos recovecos se escapan, capean
Su penumbra con el índice de los labios.
El corredor se echa igual que perro junto al patio,
Se estira y despereza manso,
Obediente a mis bisabuelos que rigen desde sus retratos.
Y poemas como “”Salva por el General Emiliano Chamorro”
y”Poster/Blues” inician la evocación del paisaje y la historia patria.
En los primeros versos de este último texto, el viajero que ya se
insinúa en Valle, advierte:
La playa del Lago Cocibolca de Nicaragua
Tiene ese hormigueante puntillismo
Visto en las postales de Punta del Este, Acapulco y Miami.
La
última sección de ese texto inicial, “”La ponzoña mía”, es una
evocación del mundo epigramático latino, teniendo a “Catulo amigo
mío”como invitado especial:
Catulo amigo mío,
Por fin Cornelio logró sentarse a la mesa.
El hombre es el vivo retrato de las víboras,
Penetra hasta por las rendijas de cualquier recinto.
Su
segundo poemario, Formas migratorias ( México: Axel Editora, l979)
sugiere y crea el sentido del acto de migrar a la inversa, pues a la vez
que constituye el confrontamiento con la urbe de Méjico que comenzaba
su gran expansión urbana , es también una regresión constante a su
Masaya natal, como único modo de soportar el deambular por “”Escaleras
/tubos errantes y galerías”, “donde cada quien va sometido a tensiones
altas y altas presiones” “que electroputan/ que electrochingan”. Y asi,
pues, a la vez que es un descubrimiento como lo comprueban los poemas
“”Centro nocturno” , “California Dancing Club, “Señales de alarma”,
deviene y se convierte en “Dolores será un sábado de enero” donde
declara que “El frío llegó a reventarme los labios,/ el cielo de México
como trapo empapado en suciedad/ y el smog enturbiaron la ventana”.
Pero también hay sorpresas como cuando camina por la Avenida Insurgentes
:
Yo salí a comer o a la farmacia
Y en eso que me agarra el otoño
Un otoño que no era mi conocido.
Sin embargo las ramas finísimas de los
Árboles algo tenían de labios secos
Y unas hojas precarias iban
Despezuñándose por el pavimento.
Es
el poema que da título al poemario el que nos revela esa regresión
constante a la Masaya natal. Pero si bien el tono es el de un arrebato
verbal, Valle nunca cae en el lirismo vacuo o en la nostalgia como
mero sentimiento porque el humor, la salida intempestiva, la invectiva
franca, mantienen el poema y el poemario mismo a un nivel de imágenes
insólitas y novedosas :
Yo no sé qué demonios me arrebataron de estas tierras
Ni para qué Diablos me largué de aquí
Donde hasta la Zafira hace colas y ladra y gime
Al reconocer la barba de Julito, la nariz,
Las cejas, el pelo, los anteojos de Julio Alejandro Lorenzo.
………………………………………..
Amigos míos que esperan y te plantan estoques de aguardiente
Y amigos que se pasan de vivos y amigos que estiran el fémur…
Esta
procedimiento contrapuntístico es utilizado por el poeta para recorrer
la línea genealógica de sus más remotos ancestros, tal como sucede en
“”Memorias de un hombre que no fue mercachifle”. Todo el poema está
revestido de una especie de autosorna que cubre y recubre el verdadero
sentir del poeta, para no oscurecerlo con fáciles confesiones. Este
poema funciona, inclusive, como un autorretrato, y también como un
probable daguerrotipo de sus ancestros. Veamos su arranque:
Hubiera sido mejor quedarse en el pueblo haciéndole
Los honores a la raza.
La curva Libanesa de mi nariz me nace
En línea recta desde la muerte,
Desde que una pistola paisana le desbandó
Recua de mulas y vida a un bisabuelo
Cuando comerciaba en los minerales de Santo Domingo en
Chontales de Nicaragua.
Y ese autorretrato se completa con lo que hubiera podido ser el poeta, que finalmente, no le parece mal:
Yo no me habría visto mal detrás del mostrador,
Con altos estantes repletos de sedas’
Linos de Irlanda’
Poplines,
Zarazas de percal.
Casimires de Inglaterra,
Casimires holandeses,
Casimires tropicales,
Satines y driles,
Lonas y telas de Curacao,
Cortando y midiendo,
Del esternón a la punta del brazo,
Yardas y medias, cuartas y varas de manta.
Pero
hay más todavía, casi siente nostalgia y arrepentimiento de no haber
sido un próspero tendero masaya, con aires de sultán en su intimidad, un
perfecto moro Valle, casi trasplantado al califato de Granada,
habitando una pequeña alahambra, donde el sonar de las castañuelas le
anuncie la danza de los siete velos:
Allá la pasaría sin inquietudes:
Vuelvo a casa y me acuesto en la hamaca
-Como una gran alfombra de reposo –
Floja la corbata y las ligas de los brazos,
Y espero oír que lejos, que bien largo
Ella inicie su baile comience a girar sus velos,
A enredarme en la rueca o en el sueño
Al inaudible son de sus crótalos.
El
niño amor contrario de sí mismo ( l977-1979 ) es un conjunto de poemas
amorosos y carnales que se desprenden de uno de los tercetos del soneto
de Francisco de Quevedo,“Definiendo el amor”, que le sirve de epígrafe
para enmarcar esos arrebatos tan epigramáticos como somáticos:
Que el amor es perecedero, quebradizo,
Ya me lo habían dicho.
Que todo lo que dicen las mujeres cuando
Les damos por delante o por detrás, por la boca o por el oído,
Hay que escribirlo sobre las aguas y el aire,
Ya lo sabía también.
Todos
esto poemas están producidos desde una óptica muy personal,donde a la
presencia de versos que resuman el amargor de un Catulo ( “Si yo
probara tu cadáver / estoy seguro de que resucitarías” ) se entreveran
alusiones a los boleros danzones de Agustín Lara ( “Cuando miro tu
retrato”” ) o pastiches fuertemente realistas a la dulzona voz de Luis
Arcaraz ( “Me has dejado/ un sabor de puta verde”).
Valle más
que sacudir el amor, se sacude sus amores, los tira a la cama y los
rechaza o lo rechazan como en “” A pierna cerrada”; tiene pesadillas de
ser disecccionado como un “”joven buey””, o bien los evoca y contempla
como fantasmas carnales que exorciza definitivamente en el poema “Sólo
con los ojos “:
Ahora vi los tumbos cálidos de aguas
ciegas que son tus pechos sólidos.
Ahora vi tu cuerpo como el difunto
Que alejándose vuelve los ojos
Para divisar su cuerpo.
El libro de los músicos y de los otros ( 1984-1998 ), completa la
compilación Con sus pasos cantados. Es el más extenso poemario que
hasta ahora ha publicado Valle. La cita de Pessoa, “Desde mi aldea veo
cuanto de la tierra se puede ver en el Universo”, nos confirma que el
eje paradigmático alrededor del cual se continuarán organizando los
diversos niveles del discurso poético es la aldea ancestral de Masaya. A
su vez el título mismo del poemario nos reenvía a un texto capital del
poeta portugués: El libro del desasiego. Los otros, que no enuncia el
título, son los que podrían considerarse personajes típicos de Masaya:
los poetas, los locos y los borrachos, que junto con los músicos
completan la especial nómina contextual, que Valle abordará poniendo a
su vez en juego sus dotes de narrador.
Es con un
lugareño relato, “La opera”, que Valle nos presenta a una familia de
músicos, sometida al régimen patriarcal de Benjamín Romero Raudes,
maestro capilla de la iglesia principal de la ciudad. “Duo sobre la
música o canto responsorial”, siempre en prosa, nos introduce, a través
de las preguntas de un nieto al abuelo, al mundo instrumental y
repertórico de esa Masaya de atril, armonio y canto. Con una andanada
musical concluye esta incursión a la armonía de Masaya : “Äria por un
tenor”, “Concierto de Brandenburgo No 5”, “Balada de los
músicos”,”Brevísima biografía del Boom Jazz”, y “Gala de beneficencia”,
breve relato.
La sección que podríamos llamar El libro
de los poetas es la más extensa e incluye una buena sesentena de
poemas, todos ellos dedicados a la exploración y búsqueda de lo que la
experiencia poética ha sido para Julio, así como también retratos,
impresiones personales o de lectura de sus congéneres en el mundo, sea
este el polaco José Ribak, el ruso Mayakoski, nuestro paisano inevitable
Rubén Darío, el cholo Vallejo, Sor Juana Inés de la Cruz o los
norteamericanos Ezra Pound y TS Eliot. No son exactamente textos
metaliterarios ( aunque algunos el mismo los define como poemas-ensayos )
sino que también refiere hechos y experiencias que el poeta ha
confrontado en su andar por el mundo como “Balada de los hoteles” o
“Balada del incendio del metro de Londres.”
Para patentar ese
recorrido por el mundo de los poetas y lugares Valle echa mano de la
modalidad poética “balada”, y utilizándola de manera caprichosa, le
sirve como
llave de pase para abordar también sus más variadas
experiencias generales e íntimas, como “Balada de los borrachos de
Masaya”, “Balada de la sala de espera”, Balada por la muerte de
Firuliche”, “Balada del anillo”, o poemas muy personales como “Necesidad
de la pijama”. Señalemos que Valle tiene tacto, gracia y humor para
tratar hechos trascendentes como el retrato que Vásquez Díaz le hizo a
Darío en Palma de Mallorca, o “Pound en Nicaragua”. En su poema sobre
Darío a punto de posar para el pintor español ,que recuerda los
monólogos dramáticos de Browning, Valle lo cierra dándole un toque
intemporal a ese momento culminante:
Urgida de descanso la cabeza amenazada de calvicie,
Cierro la boca y doy el labio inferior al desencanto
Para que el pintor me ponga el hábito y la capucha
De los callados hijos de San Bruno.
Pero
tirivialidades personales de la vida cotidiana también las aborda con
novedad y gracia, como el poema “Necesidad de la pijama”, al que le da
inclusive un toque erótico:
Yo sé que es mejor acostarse completamente desnudo
Por las noches de estas latitudes;
Echar los brazos hacia atrás ysoltar la pierna
Para dormir a pierna suelta
Hasta el fondo. Desnudo para revolcarse con la
Prójima cuyo cuerpo resalta en la
Oscurana del sueño.
Y
respecto a otro momento trascedente personal, como el de su primera
comunión, en “Confesion con cargos”, el humor negro, casi
desacralizando ese momento, cierra el poema:
Lástima, la candela
De mi Primera Comunión no era de dinamita.
Era de cera
Virgen y no de dinamita
Para hacer volar tanta mierda.
Con
la sección, El libro de los locos, concluye no solo el Libro de los
músicos y de los otros, sino también la compilación antológica, de la
cual nos hemos venido ocupando, Con sus pasos cantados. El poema breve
en prosa y la prosa poemática, colindando con el relato, ocupan un
espacio considerable en la trayectoria poética de Valle-Castillo. En
Las armas iniciales hay seis poemas en prosa, y en Formas migratorias,
bendecido secularmente con texto introductorio, por el casi inventor
del genero prosema entre nosotros, Ernesto Mejia Sanchez, hay dos. Y es
precisamente, el Libro que comentamos, “De los músicos y de los
otros” donde los niveles prosísticos logran su culminación, apertural y
de cierre, ya que El libro de los Locos esta compuesto por siete textos
donde el ojo de poeta reviste la prosa de efluvios líricos,
salpicados de ternura humana y también de risotadas solemnes y
dolorosas. “La barca de los locos”, textos montado inconográficamente
sobre la miniatura del mismo nombre de
Jerónimo Bosco, nos
introduce a un conmovedor elogio de la locura Leonesa y Masaya pasando
por Nagarote. Son locos poéticos o más bien rescatados por la poesía de
Julio Valle Castillo; de León:Don Goyo, “que se había vuelto loco de
ser tan sabio en matemáticas”,Batallon conchudo, hijo de la vaca pinta,
experto en sanidad”; “ la Palaca”, afectada mensualmente por los
movimientos de la luna. Y dentro de esa estela loca Valle evoca al
sublimador de la poesía leonesa: Alfonso Cortés.
Pero son los
locos de Masaya los que mejor individualiza Valle Castillo, sin excluir
a Benito, el guitarrista de Nagarote, cuya ceguera se vuelve
misterio de ojos sueltos sobre la fosa mortuoria, y sonido sempiterno
las cuerdas de su guitarra. El afecto poético por estos locos nos hace
sentir inferiores a los que pretendemos ser cuerdos, porque la evasión
que ejemplifican de la vida cotidiana ordenada que vivimos sobrepasa la
fantasía misma de un mundo mítico, casi olímpico, aunque trágico. Estos
locos son verdaderos personajes de una tragedia edípica o prometeica.
Cada línea de estos elogiosos textos pondría en vilo a Erasmo de
Roterdam, porque sin lugar a dudas, la locura salva al hombre auténtico
de cualquier esguince cotidiano, porque el loco vive y colinda con el
mundo de lo sublime, donde precisamente la poesía logra su más grande
altura. Me refiero a Tomás Santa Lucía-Cruz de Palo-Roba Gallina,
marido de la Isabel, mejor conocida como la Chavela; a “ Ana, Anita
Animita,” “ ánima sola en el Purgatorio”; a Jaula de Música; a Fulgencio
Chispa y a “Chico, el de la María”.
Citar cualquier línea de
estos textos, donde Julio Valle-Castillo, con su perfil de libanés
completo y confeso está involucrado, es sobrecogedor y contagioso,
porque estos locos lindos, invitan a volverse loco como ellos, sin
importar que pueda cogerse el vuelo de “ Chico, el de la María”:
Quién sabe qué viento sopló duro, que racha lo botó de esos cielos
por donde andaba; quién sabe qué nube no lo aguantó y se desfondó ;
quién sabe qué penachos, qué nubarrones gordos se deshicieron en
chaparrón porque una tarde mayo o junio apareció sobre las aguas de
Laguna de Apoyo, riéndose aún con sus mismos dientes pelados.
En
Con su pasos cantados, como bien lo ha querido el poeta, se
instituye una primera etapa de su poesía, y quisiera señalar que sus
desplazamientos poéticos, desde sus Armas iniciales, muestran seguridad
en el oficio y búsquedas constantes en la conformación del verso . La
poesía de Julio habla y ritma a través de una disposición versal con
predominancia fuerte del yo, con excepcionales concesiones.
Notemos
que el título de esta recopilación es una revelación paratextual feliz
y cantora que contradice los cliché del lenguaje cotidiano, donde la
expresión “ con su pasos contados” se convierte en ritmo, canto,
discurso más musical que verbal. La poesía de Valle-Castillo, en un
sentido que lo aproxima a un poeta como Apollinaire, me parece
contagiada de una celebración constante, donde el humor , la gracia y la
inventiva se dan cita para darle al poema todos sus matices necesarios,
se trate ya de la trágica muerte o suicidio de la poeta Eunice Odio en
el poema “3 tazas de café sin cambiar de medias”:
Madre y Maestra maga: usted no tiene ni mother que hacer en esta bronca.
La irritación es con la muerte
Déjeme sólo con ella,
Mientras acoso a sorbos, lo mismo que a besos, la onda, el pescuezo del café…
……………………………………………………….
Yo entiendo que le jugaron sucio,
No le creyeron el suicidio constante, y la ingresaron,
Como me dijo Ernesto Mejía Sánchez por teléfono,
Al Valle de los Caídos.
o bien en el súbito despertar brindando con los recalcitrantes beodos de Masaya:
Yo les debo un poema
a a los borrachos de Masaya,
Algo asi como el brindis que la niñez no me permitió
Hacer con ellos.
……………………………………
Este trago que levanto no es nuevo,
Me lo vengo viviendo hasta el desborde con Uds.
Y por Uds. Que religiosamente empezaban todos los mediodías…